Sinceramente no me llevó mucho tiempo en dar con ese recuerdo. Algunos/as de mis compañeros/as llegaron incluso a emocionarse recodando aquellos profesores que tanto les animaron y tan buenos consejos les dieron en momentos difíciles... yo, en cambio, jamás olvidaré aquel día en el que el timbre dejó de sonar a timbre. Estaba asistiendo, aunque por aquel entonces no lo supiera, a un gran acontecimiento en la historia de la educación. El timbre, que con su particular sonido nos recordaba cuándo terminaba nuestro tiempo de descanso, desapareció dejando paso a una melodía... una melodía que cambiaba todos los días.
Recuerdo que mis ganas por ir a clase de pronto aumentaron, simplemente por el gusto de escuchar algo bonito para mis oídos. De pronto los recreos, las entradas a clase por las mañanas... todo resultó mucho más placentero... porque la música es algo que a todos gusta.
Mencioné antes que sin saberlo estaba siendo partícipe de algo histórico. Pues para explicarlo y que me entendáis tendré que remontarme muchos años atrás... es hora de contaros algo de historia de la mano del mayor historiador del mundo... Erase una vez: la educación pública, gratuita y obligatoria.

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