lunes, 14 de octubre de 2013

Una reflexión desde la nada

      Imaginaos a un niño pequeño que sale de la escuela corriendo hacia sus padres, orgulloso de sí mismo para contarles todo lo que ha aprendido... Ahora imaginadme a mi saliendo de la ducha con aires de grandeza (mejor no, no resulta muy agradable) tras encontrarle una explicación a una de las dudas que me suelen asaltar en los momentos de aclarado, corriendo al ordenador para compartirlo con todos vosotros.

      ¿Por qué se suele decir que elegimos a nuestras parejas sentimentales porque se parecen a nuestros padres? Quien tenga pareja al momento pensará que no tiene ningún sentido, pero eso tal vez sea porque al igual que en un truco de magia, nuestra atención se desvía automáticamente hacia el lugar que no toca... ¿A qué se refieren realmente con "parecerse" a nuestros padres? Pues encontré una posible solución basada en los conocimientos que he ido adquiriendo en clase, tras observar cómo en la calle una niña pequeña se raspaba las rodillas al resbalar y caer sobre piedras. Me pareció curioso el detalle de que no llorara, por lo menos no hasta que miró a su madre y la vio preocupada.

      Fue entonces que recordé una frase que leí en un texto que nos pasó nuestro profesor de Didáctica... era esta:

"El niño necesita, pues, ser acogido; necesita que haya adultos que le ayuden a estabilizar progresivamente sus capacidades mentales que le ayudarán a vivir en el mundo, a adaptarse a las dificultades que se encuentre y a construir el mismo, progresivamente, sus saberes. Tenemos, así  que la actitud de los progenitores desde los primeros días de vida, es determinante: la sonrisa con la que la madre responde a la inquietud del bebé permite a éste disponer de un punto de referencia estable en el universo extraño que descubre; las palabras repetidas regularmente despiertan su atención; los ritmos de la vida cotidiana le estructuran progresivamente el tiempo y le permiten construir las primeras relaciones de causa-efecto." 
P. Meirieu (1998). La educación necesaria, o por qué jamás se ha visto una abeja democrática. En E. Olcina. Frankenstein Educador (pp. 21-27). Barcelona: Laertes S.A.

      La madre es la primera persona en la que tú puedes confiar desde que eres un bebé, es tu primera referencia y la que te dará seguridad. Es por ello que no buscamos en nuestras parejas un parecido físico con nuestros padres... lo que realmente nos da es ese punto de referencia que necesitamos, esa confianza, ese nuevo ser... la misma sensación de seguridad que sentíamos de pequeños.

"Sólo quiero decir que un mundo sin amor es un lugar muerto". Helen Fisher


      

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